viernes, 27 de febrero de 2015

INQUIETUD

       
Quisiera ser yo los ojos
del buen y esforzado escriba
para poder ver tu cara
tan camuflada y esquiva.

Quisiera usar genio y don
y así dedicar mi vida
a conocerte y amarte
y a tenerte en cada esquina.

Llenar de conocimiento
mi ser y mi alma querría,
verte al menos un momento,
bendita Sabiduría.


Eusebio Oria  

miércoles, 4 de febrero de 2015

I WANT IT ALL



¿Recuerdas cómo eras cuando eras joven?

Sí, tú.
Tú que vibrabas con la música, que reíste, lloraste y fuiste feliz abrazado a un amigo o amiga. Que hubieras dado un brazo sin pensarlo por él, por ellos.
 Tú que lo hubieras dado todo por la libertad.  Por correr, hablar, comportarte y vestir como te diera la gana en cualquier momento y lugar. Por cambiar el mundo. Por el derecho a hacerlo… a que otros lo hagan. El derecho a caer y equivocarte…

¿Recuerdas cuando te reías con ganas? ¿con verdaderas ganas?
¿Cuando dos golpes en la mesa y una palmada eran un canto a la rebeldía?
¿Cuando se te atragantaban las injusticias?
¿Cuando gritabas «lo quiero todo y lo quiero ahora»?
¿Cuando lo dabas todo y te dabas por entero?
¿Cuando aún sentías empatía y definías a las personas por su interior y no por su ropa o adornos? Porque eras capaz de ver en su corazón.

Los sueños ¿Recuerdas tus sueños?
Y los valores. Los valores morales de la vida.
Bondad,
amistad,
lealtad,
respeto,
honestidad,
tolerancia…

¿Cuántos has traicionado desde entonces?
¿A cuántos has decepcionado?
¿Desde cuándo eres tú el que juzga?
Porque claro, es «ellos o tú», «la vida es así», es dura ¿cierto?
«O comes o te comen».
Y tú tienes tu excusa. Maravillosa, brillante e irrefutable.

¿Te has preguntado alguna vez cuándo le pusiste límite a la amistad? ¿Acaso cuándo fijaste un precio? Es el máximo de lo que estás dispuesto a dar o hacer por un amigo.
De pronto ves que lo hiciste.

¿Desde cuándo miras por encima del hombro al que ahora actúa como lo hacías tú?
«Es que entonces era diferente» ¿verdad?

¿Desde cuándo no se tuerce ese brazo ante el amigo por el cual estabas dispuesto a sacrificarlo?

¿Por qué en tu mente no queda más que un color de los miles que eras capaz de imaginar?

No me lo digas, eres fiel a un color, y sólo hay otro… el contrario.


Has cambiado y lo sabes.
Te da igual si hay un pobre en la esquina. O mil ¿qué más da? Tú tienes lo tuyo.
Es su problema ¿a que sí? «¡Lo que tienen que hacer es trabajar!»

Mírate.
Tan cómodo en tu vida media, en tu mediocridad. Y dispuesto a sacrificarlo todo por ella.
Ya no gritas «lo quiero todo». Y no hablemos de dar.
Ya no abrazas sin motivo.
Ya no te das por entero.
No gritas si no es para amenazar.

¿Dónde estás ahora?
¿Dónde está el muchacho o muchacha que fuiste?
¿Serías capaz de mirarle a la cara sin avergonzarte? ¿Qué pensaría de ti?
Piénsalo…
Te escribo porque sé que existes, que no lanzo una piedra al vacío. Para que seas capaz de recapacitar y volver a ser fiel a tu esencia.


Créeme, es triste. Ya hay demasiados por ahí soportando el peso de un chico muerto a sus espaldas.




EUSEBIO ORIA