En esta ocasión tengo el gusto y privilegio de poder compartir el trabajo de mi amiga, la escritora mexicana, Leticia Flores, quien nos alecciona con esta deliciosa historia:
LA ARAÑA PATONA
Una araña patona que vivía
tranquilamente en el rincón de un tapanco salió a buscar alimento en una noche
de luna llena. Iba atravesando el claro de una ventana cuando se encontró
con una araña burlona.
—¡Ah,
con que sólo sales en las noches para que no vean que te falta una pata, eh!
La
araña patona hizo como que no la escuchó y continuó su camino. Consiguió su
alimento y volvió a su rincón. Mientras comía recordó aquella tarde de verano
cuando cruzó la sala y le salió al paso el gato Misifús quien, después de
corretearla, de un arañazo le arrancó una patita.
—¿Cómo
me fue a pasar eso a mí? Bueno,
afortunadamente estoy viva, ya no quiero
esconderme en la noche —dijo
mirando las
fotografías de sus amigos con los que ya no jugaba, aunque en repetidas veces
fueron a verla.
—Me
siento tan sola —dijo, y suspiró tan fuerte que todos los hilos que había
tejido comenzaron a vibrar.
—¿Acaso
seré la única que tenga una discapacidad?
Frunciendo
el ceño se contestó mientras acomodaba sus siete zapatos color melón al pie de
la cama.
—No
lo creo.
Y
así, divagando, sin darse cuenta, se quedó dormida.
Al
día siguiente, lavó su hamaca de telarañas e hizo sus actividades cotidianas.
Por la tarde, muy seria, se paró frente al espejo y decidida se dijo en voz
alta: “Ya no me esconderé más. No se acaba el mundo. Aunque no sé qué hacer.
Tendré que buscar alguna actividad para no sentirme triste, pero mi vida tiene
que cambiar".
Entonces,
caminó hacia la casa de su comadre tarántula. Recordó que se reunían los
domingos por la tarde para jugar, charlar y convivir. Después se iban a la
verbena del parque Las Palapas. Al llegar no se decidía a tocar
la puerta, tenía un poco de temor así que lo hizo quedito. Cuando le abrieron
tomó una bocanada gigante de aire.
—Hola,
vine a tomar el cafecito con ustedes —dijo
sonriente—. Recordé
que se reúnen hoy y quiero comentarles que ya no me voy a esconder. En la vida
te pasan cosas y no porque me falte una patita voy a vivir aislada. Total, a
cualquiera le podría pasar, ya sea de nacimiento o por
algún accidente, no sé…
Todos
se voltearon a ver, la hormiga al escarabajo; la abeja a la pulga; la cigarra a
la termita, y se decían unos a otros: “Tiene razón”.
—¡La
vida tiene mucho que
ofrecernos! —concluyó la comadre cucaracha casi gritando de emoción.
—Bien
por ti, comadre
araña, haces muy bien en decidirte. Te felicito y
siempre te apoyaremos. ¿Verdad, muchachos?
—¡Pero
por supuesto! ¿Si no para que estamos aquí? Entre todos nos ayudaremos —dijo la
tarántula.
La
araña patona se dirigió al escarabajo.
—Compadre
escarabajo, quiero inscribirme a ese concurso de postres que organiza usted
cada primavera, esta vez hornearé un exquisito pastel de zanahoria con nueces y
almendras que me sale de
rechupete.
Luego
le tocó el hombro a la cucaracha.
—Comadre
cucaracha, anóteme para la siguiente excursión de compras a Belice, necesito
renovar mi guardarropa, la que tengo está muy pasada de moda, necesito colores,
brillos, yo que sé.
—Qué
bueno que te animes
a venir comadre araña —comentó la
tarántula—, te
esperamos todos los domingos para una rica convivencia. Si bien es cierto que
ya no podrás concursar en la Carrera Anual del Limón, habrá otras actividades
que sí podrás hacer. La
vida te ofrece tantas cosas que
solo tenemos que buscar cuáles son las mejores opciones para cada uno.
Invitaremos
a otros insectos que se encuentren en alguna situación parecida y nos
animaremos unos a otros.
De
ahí en adelante la araña patona cada día tenía más amigos y era muy estimada
por muchos.
Leticia Flores Delfín