Hoy quiero compartir algo que he estado leyendo sobre
el trabajo del antropólogo Glynn Cochrane, relacionado con la importancia del “ajuste cultural” en los proyectos de desarrollo. Me ha llamado
mucho la atención y creo que merece la pena reflexionar sobre ello.
Pero es mejor empezar por el principio y hacer un
repaso sobre qué es cada cosa para que todos sepamos de lo que hablamos:
Un proyecto de desarrollo es el conjunto de actividades destinadas a poner en práctica una
serie de políticas orientadas a impulsar
el desarrollo en un colectivo o población. Y el ajuste cultural sería ese requisito que exigiría poner de acuerdo
las acciones previstas, con el tipo de cultura, las costumbres o las características
de la población objetivo, o al menos tenerlas en cuenta.
Llegados a este punto sería interesante enumerar
los tipos de desarrollo que se pueden implementar, pero lo dejamos para otra
ocasión ya que es algo que tiene bastante miga y puntualizamos que en la
mayoría de los casos, por desgracia, se trata de desarrollo económico, más allá
de que estas poblaciones lo hayan pedido o no. Un ejemplo serían esas tribus aisladas que, a ver para qué leches quieren el dinero si viven de lo que se
encuentra en su ecosistema ¿no es mejor dejarles vivir en paz con su cultura y
sus costumbres?
Aunque en otros casos se trata de acciones humanitarias.
“Los proyectos son diseñados por burócratas ,
generalmente economistas occidentales, que viven
en ciudades lejos de el lugar
del proyecto…
…estos expertos
aplican fórmulas universales a todas
las poblaciones…
…sirven
igual para un roto que para un descosido.”
Cochrane.
En un proyecto que se centraba en la
mejora de la salud en algunas islas del sur del Pacífico a través del aumento
del consumo de leche, enviaron grandes cantidades de leche en polvo a una
comunidad isleña. El caso es que, todos
eran intolerantes a la lactosa, por lo que padecieron unas incómodas diarreas.
Estas pobres personas pensarían que mejor los hubieran dejado como estaban. Al
final decidieron emplear el bendito polvo lácteo para blanquear sus viviendas.
Otro caso es el de un costoso proyecto de
reforestación de la USAID en Haití. Dada la grave deforestación del país por la
construcción, el uso para carbón y la aclaración de terreno para cultivo por
parte de los pequeños agricultores, la USAID envió millones de brotes, los
cuales, el gobierno local animó a plantar. Sin embargo, los peyizan yo (pequeños agricultores) no le
vieron un uso práctico para su subsistencia y lo emplearon como alimento para
las cabras. La solución la trajo el antropólogo Gerald Murray, a quien pidieron
consejo, enviando árboles frutales, para su explotación agrícola; y eucaliptos,
cuyo crecimiento es rápido y aprovechable para madera en poco tiempo, con lo
que se le dio una solución adecuada a las circunstancias. Eso sí, las cabras
encantadas.
Finalmente, Cochrane pone de relieve la necesidad del uso de la antropología aplicada en el campo del desarrollo. A lo que yo añadiría algo así como “zapatero a tus zapatos” y que, en cada sitio haya el profesional adecuado. No sé cómo funciona en otros países y conste que no quiero ser malo, pero en el caso del nuestro no puedo evitar pensar en el primo o cuñado afortunado, consejero de turno, al que se le enciende la luz y decide incorporar un reluciente y sonoro proyecto de desarrollo para una comunidad X. En fin… pobre de los pobres a los que les toque.
Un saludo y a más ver.
EUSEBIO
ORIA