domingo, 6 de julio de 2014

IGUAL PARA UN ROTO QUE PARA UN DESCOSIDO


Hoy quiero compartir algo que he estado leyendo sobre el  trabajo del antropólogo Glynn Cochrane, relacionado con la importancia del “ajuste cultural” en los proyectos de desarrollo. Me ha llamado mucho la atención y creo que merece la pena reflexionar sobre ello.
Pero es mejor empezar por el principio y hacer un repaso sobre qué es cada cosa para que todos sepamos de lo que hablamos:
Un proyecto de desarrollo es el conjunto de actividades destinadas a poner en práctica una serie de políticas orientadas a  impulsar el desarrollo en un colectivo o población. Y el ajuste cultural sería ese requisito que exigiría poner de acuerdo las acciones previstas, con el tipo de  cultura, las costumbres o las características de la población objetivo, o al menos tenerlas en cuenta. 
Llegados a este punto sería interesante enumerar los tipos de desarrollo que se pueden implementar, pero lo dejamos para otra ocasión ya que es algo que tiene bastante miga y puntualizamos que en la mayoría de los casos, por desgracia, se trata de desarrollo económico, más allá de que estas poblaciones lo hayan pedido o no. Un ejemplo serían esas tribus aisladas que, a ver para qué leches quieren el dinero si viven de lo que se encuentra en su ecosistema ¿no es mejor dejarles vivir en paz con su cultura y sus costumbres?
Aunque en otros casos se trata de acciones humanitarias.

 “Los proyectos son diseñados por burócratas , 
generalmente economistas occidentales, que viven 
en ciudades lejos de el lugar del proyecto…
…estos expertos aplican fórmulas universales a todas 
las poblaciones…
…sirven igual para un roto que para un descosido.”  
Cochrane.
Actos como pedir una firma a gente que no sabe escribir o una fotografía a una mujer musulmana que no puede mostrar su rostro son muestras de lo que quiere decir este antropólogo. Y es que lumbreras hay en todas partes.

En un proyecto que se centraba  en  la mejora de la salud en algunas islas del sur del Pacífico a través del aumento del consumo de leche, enviaron grandes cantidades de leche en polvo a una comunidad isleña. El caso es que, todos eran intolerantes a la lactosa, por lo que padecieron unas incómodas diarreas. Estas pobres personas pensarían que mejor los hubieran dejado como estaban. Al final decidieron emplear el bendito polvo lácteo para blanquear sus viviendas.

Otro caso es el de un costoso proyecto de reforestación de la USAID en Haití. Dada la grave deforestación del país por la construcción, el uso para carbón y la aclaración de terreno para cultivo por parte de los pequeños agricultores, la USAID envió millones de brotes, los cuales, el gobierno local animó a plantar. Sin embargo, los peyizan yo (pequeños agricultores) no le vieron un uso práctico para su subsistencia y lo emplearon como alimento para las cabras. La solución la trajo el antropólogo Gerald Murray, a quien pidieron consejo, enviando árboles frutales, para su explotación agrícola; y eucaliptos, cuyo crecimiento es rápido y aprovechable para madera en poco tiempo, con lo que se le dio una solución adecuada a las circunstancias. Eso sí, las cabras encantadas.




Finalmente, Cochrane pone de relieve la necesidad del uso de la antropología aplicada en el campo del desarrollo. A lo que yo añadiría algo así como “zapatero a tus zapatos”  y que, en cada sitio haya el profesional adecuado. No sé cómo funciona en otros países y conste que no quiero ser malo, pero en el caso del nuestro no puedo evitar pensar en el primo o cuñado afortunado, consejero de turno, al que se le enciende la luz y decide incorporar un reluciente y sonoro proyecto de desarrollo para una comunidad X. En fin… pobre de los pobres a los que les toque.
Un saludo y a más ver.

EUSEBIO ORIA




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